UN DÍA CON VOSOTROS… GRACIAS
Ya ha pasado
una semana y vosotros ya habéis finalizado las actuaciones de este año… No me
gusta lo de actuaciones porque no actuáis, vivís…
La comida
juntos me trajo el recuerdo de aquella Última Cena de nuestro Maestro, sí y
comencé a entender… Vuestra manera sencilla de situaros, de insistir en poner
vosotros las bebidas (sino te lavo no tienes nada que ver conmigo… Jn 13,8) y lo que me hizo
entrar en la calidad de vuestro seguimiento de Jesús, de la verdad de lo que
luego os oí cantar o decir fue un pequeño detalle: cuando os preguntamos quién
era quién en el musical, eludisteis la pregunta y vuestra respuesta fue algo
así como “todos estamos en esto, a unos se nos ve y a otros no, pero todos
somos necesarios, importantes para que el musical salga adelante”. Entonces,
cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra
vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor;
y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los
pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros (Jn 13, 12-14). Sin esta comida
juntos no me habría sabido igual el musical… Anunciamos lo que vivimos por
dentro, lo que llevamos en nuestro corazón… Anunciáis la sencillez y servicio
de nuestro Maestro, la alegría y la pasión por Jesús. Anunciáis en comunidad y
no a vosotros mismos. Gracias.
Y luego
llegó la hora… ¡Y todos a sus puestos! Vosotros preparados para salir al
escenario y nosotros preparados para acoger a quienes vinieron… y las puertas
se abrieron… Contemplaba la gente que hacía cola para entrar, la alegría de los
encuentros, “los acomodadores de sala” bien atentos, las que rompían
amablemente las entradas, los que indicaban por donde… Cada cual en su puesto,
responsable y contento de contribuir a algo más grande que nosotros mismos… Y
es que todo parecía una parábola del Reino… Ojalá el mundo se pareciera a este
momento, cada cual con una misión que hacer que le hace feliz, el mundo como
una gran sala en el que todos cabemos, en el que nos ayudamos a sentarnos, en
la que celebramos la muerte y la vida…
A la mañana
siguiente, el primer día de la semana, vosotros ya no estabais pero yo
os lo cuento… en el pequeño oratorio de mi comunidad, nos reuníamos 11 personas
(muy simbólica también la cifra) para orar con lo que habíamos vivido de
vuestro Musical. Nos había llevado por diferentes caminos a encontrarnos con
Aquel que vive en medio del sufrimiento de un cáncer, de la muerte de un ser
querido, del amor que hace traer musicales, de vuestra vida cotidiana puesta al
servicio del evangelio de esta manera, de los porqués… Gracias por habernos
ayudado a ir a Jesús, muerto y resucitado, Señor de nuestra Historia, pasión de
nuestra vida.
Unas gracias
muy especiales porque habéis contribuido a que alguien cuando todavía estaba
oscuro… viera quitada la piedra del sepulcro y echara a correr (Jn 20, 1-2). Un año más tarde se ha
sellado el encuentro.
Estos días
sigo cantando…o mejor dicho, me va cantando: para el amor no debe existir
medida…
Charo,
Hermanita de la Asunción
Comunidad
de Cartagena
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