Pero todo se viene abajo: enfermedad, malentendidos,
enfados, envidias, desmotivaciones, desprecios, aislamiento. Estoy solo, camino
con miedo y dudas sobre la cuerda floja de la soledad, de la incomprensión.
Quiero hacer lo que otros, buscar otros domingos de ramos y dejar de lado la
pasión que se me echa encima. Huir. Empiezo a dudar porque no te veo, pero
intento aguantar. Me tambaleo y, cuando al fin voy a tirar la toalla, miro
atrás y advierto que en mi camino faltan un par de huellas: “yo te sostenía en esos momentos”.
¡Qué suerte tener una
persona al lado que te oriente, que te aliente, que te ayude a entender estos
momentos! Algunos encontramos a esa persona en este musical, haciéndonos los
destinatarios de las palabras del sacerdote (gran interpretación), encontrando
el consuelo que nuestras circunstancias nos niegan.
Pero ¿por qué hay que llegar a este extremo?
Caes en tu camino al Calvario y más de uno tiene (tenemos)
la tentación de levantarse de su asiento y coger su cruz, de arrebatar el
látigo a ese romano y hacérselo tragar. Tú también eres tratado injustamente,
nadie sale en tu defensa.
Y María sujetando a su hijo muerto a los pies de la cruz…, y
yo lloro con ella por Jesús, por mis propios enfermos, por mi familia, por mis
propias miserias, por mi hijo, por los que se han quedado en el camino.
Por fin el Ángel anuncia a las mujeres: “no busquéis entre los muertos al que está
vivo”.
Florece el campo y vuelve la primavera de la vida, el
sentido de nuestro trabajo y te das cuenta de que hiciste bien en no tirar la
toalla. Lo sientes a tu lado, dentro de ti. Tienes la certeza de que “… yo estaré con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo”. Escucho y entiendo que “no estás solo, nunca estás solo”.
Precioso y necesario retiro de oración que intento vivir
cada año con vosotros y, que cada año, adquiere un sentido diferente y
actualizado en mi propia vida; curiosamente, este año más que nunca. Me parece
increíble la manera en que recreáis cada escena, como cuidáis cada detalle,
cada gesto, cada palabra. Se nota en ello mucho trabajo y buena relación entre
el numerosísimo equipo, una verdadera gran familia a la que admiro y respeto. Y
sobre todo el inmenso amor por Jesús de Nazaret que transmitís.
Muchas gracias, Juanjo.
gracias a ti por tus palabras, con ellas, nos sentimos satisfechos de lo que hacemos.
ResponderEliminar